This is the end
My only friend, the end
Of our elaborate plans, the end
Of everything that stands, the end
No safety or surprise, the end
I'll never look into your eyes...again
Can you picture what will be
So limitless and free
Jim Morrison
De todos los finales del mundo por los que hemos pasado, éste
que tenemos a tan sólo unas horas luce prometedor, cristalino y hermoso.
Montado sobre el brioso mainstream
de la cultura pop, el fin del mundo siempre ha tenido esa fascinación de la
flama que atrae a la polilla, una sensualidad que me recuerda la prístina
tribulación humana por nuestro devenir, y nuestro origen.
¿Por qué amar el fin del mundo? Me lo pregunto en un momento
en el que las fuerzas de la naturaleza, responsables favoritas de arrasar
nuestra tierra en todas las historias del final de nuestros días, han sido
superadas con mucho por las fuerzas obscuras del espíritu humano.
Un México triste, desgastado, pero eso sí, con nuevo manicure, con una ciudad capital que luce segundos pisos, líneas de Metrobús
que por fuera se ven modernas y funcionales, con pistas de patinaje sobre hielo
cada navidad, como costumbre de un mundo que pareciera marchar con
despreocupación en medio de la violencia del estado contra manifestantes, la
flagrante violación a los derechos humanos, la imposibilidad de hacer valer la
ley ante los abusos más básicos y elementales de la vida cotidiana, no digamos
ya los más severos dentro de las complejidades del entretejido social.
Nuestro país se electrizó al borde de las elecciones
federales; todos como siempre: con algo de esperanza, siempre, hasta los que lo
negaban; al menos como espectadores, como cuando estás en el hospital esperando
las noticias de cómo resultó la operación de un familiar cercano… expectante y
sin poder hacer nada, y la decepción al saber que la enfermedad sigue, que los
hilos invisibles del cáncer de nuestro destino no han desaparecido, a pesar de
los nuevos avances de la medicina, de las redes sociales, de los videos en los
celulares, de la exposición inmediata a la opinión mundial.
Como personas deseantes, queremos cambiar, y esperamos una
renovación, un símbolo de transformación. Todos queremos un mundo mejor, y por
eso, nos aferramos al fin del mundo, como una promesa tan desgarradora como
bella. El fin de una era, el comienzo de un nuevo mundo, dispuestos a sacrificarnos, quizás no seamos de los sobrevivientes, pero ¿qué importa?
En este fin del mundo, quizás sea egoísta pensar que ese
final implica la limpieza de la especie humana. ¿Qué es el mundo? ¿Qué parte
del mismo terminará mañana?
El mundo es la cultura, la máxima expresión del lenguaje que
nos descubre ante la mente lo conocido. El mundo es lo que conocemos, ni más ni
menos. El mundo es lo que imaginamos, lo que creamos, lo que hemos hecho y
nuestros sueños a futuro. Si todo eso termina, quizás sea factible pensar que
La Tierra continúe… quizás habitada de animales, y plantas, pero sin humanos.
Es comprensible que todos abracemos ese último acto humano que tenemos preparado para el final,
y lo compartamos en las redes sociales, deseando en lo más sombrío, en ese rincón
del alma, que sea cierto… si no pudimos con nuestro mundo, con nuestro destino,
unámonos todos en la gran hermandad de la destrucción.
De por sí, nuestro
México no es el único que sangra, toda la orbe tiene severos dolores. Los Mayas
nos brindan un momento de redención, porque, en broma, o no, hemos reflexionado
qué sería bueno hacer en estos últimos días.
Y como en Men in Black, en donde las verdaderas noticias,
las “sin censura” son publicadas a la vista de todos en los pasquines y
tabloides, así en las redes sociales vemos, atrás de la broma, las verdaderas
intenciones del final de nuestros tiempos: “tienes un día para amarme”, “quiero
emborracharme y saltar en bungee”, “voy a gritarle a mis jefes lo que pienso de
ellos”.
Lo he leído y no me ha dado gracia. Al contrario, espero yo
también ese final del mundo, con estoicismo, con compasión hacia nosotros mismos, armado con lo que
hasta ahora he conseguido, estar con mi familia, con mis amigos, y compartir
esa emoción que nos daría comenzar de nuevo todo.
¿comenzar de nuevo la política? ¿comenzar de nuevo un país?
¿comenzar de nuevo nuestra manera de vivir? ¿cambiar nuestra manera de amar?
¿instaurar una nueva ley? ¿no sería maravilloso?
Este pensar en la redención nos hace humanos. Antier una
amiga me dijo: “todos los días comenzamos de nuevo”.
Creo que tiene razón, y que todo es cuestión de la velocidad
de los tiempos, y que no tenemos la capacidad de reflexión diaria, ni meditamos
acerca de todo lo que he mencionado, porque necesitaríamos meditar algunas
horas al día antes de ir a trabajar, para estar en esa sintonía.
Por eso, por
economía de tiempo, preferimos matar a la humanidad de cuando en cuando, para
poder darnos espacio a esa reflexión.
No se si sólo me ocurrió a mi, pero he comenzado a arreglar
muchos asuntos pendientes en mi vida, y no precisamente por el fin del mundo,
sino que me da por hacerlo hacia el final de cada año. Esa sensación de
“recuperar el tiempo perdido” es una firma que llevamos muchos, en distinta
medida. No me gustan los propósitos de año nuevo, pero me apuro al final de año
a ver que tanto puedo concluir, y evidentemente me quedo con pendientes que se
resuelven a su tiempo. Nos encantan los ciclos, amamos los finales, y los
inicios. Nos regodeamos con las reconciliaciones.
¿Estaríamos dispuestos a comenzar con toda nuestra fuerza el
2013 si éste fin del mundo fallara? Si no desaparecemos, no se desanimen: hay
tanto que arreglar, de verdad… me gustaría pensar que todos estaremos atentos y
activos para mejorar nuestra vida política, para hacer una verdadera sociedad
con mejor consciencia de sí, a actuar más y criticar igual… porque ¡cómo
criticamos, pero que poco actuamos! Me gusta la crítica, pero añadamos ese
ingrediente que falta.
Pensaba: ¿Qué es la vida ya sin Carl Sagan, sin Ernesto
Sábato?
Y recordé que vale la pena dar significado a lo que
ellos hicieron, precisamente porque podemos seguir escribiendo y escuchando y pensando a través de ellos ¡y de cuántos otros! simplemente de ellos me acordé en este momento... ¡ah y también de Amy Winehouse!
Cada quien tendrá a los suyos...
Si nos vemos después de mañana, lo que haré será seguir
compartiendo, aunque realmente quisiera que todo terminara, y que fuera algo
hermoso y lleno de luz, algo sobrecogedor y espiritual.
Se los deseo a ustedes también, porque sé que si no sucede, seremos mucho mejores, y definitivamente haremos algunas de las cosas que tenemos pendientes en la vida, este próximo año.