jueves, diciembre 20, 2012

¿Por qué amar el fin del mundo?



This is the end
My only friend, the end
Of our elaborate plans, the end
Of everything that stands, the end
No safety or surprise, the end
I'll never look into your eyes...again
Can you picture what will be
So limitless and free

Jim Morrison




De todos los finales del mundo por los que hemos pasado, éste que tenemos a tan sólo unas horas luce prometedor, cristalino y hermoso.

Montado sobre el brioso mainstream de la cultura pop, el fin del mundo siempre ha tenido esa fascinación de la flama que atrae a la polilla, una sensualidad que me recuerda la prístina tribulación humana por nuestro devenir, y nuestro origen.

¿Por qué amar el fin del mundo? Me lo pregunto en un momento en el que las fuerzas de la naturaleza, responsables favoritas de arrasar nuestra tierra en todas las historias del final de nuestros días, han sido superadas con mucho por las fuerzas obscuras del espíritu humano.

Un México triste, desgastado, pero eso sí, con nuevo manicure, con una ciudad capital que luce segundos pisos, líneas de Metrobús que por fuera se ven modernas y funcionales, con pistas de patinaje sobre hielo cada navidad, como costumbre de un mundo que pareciera marchar con despreocupación en medio de la violencia del estado contra manifestantes, la flagrante violación a los derechos humanos, la imposibilidad de hacer valer la ley ante los abusos más básicos y elementales de la vida cotidiana, no digamos ya los más severos dentro de las complejidades del entretejido social.

Nuestro país se electrizó al borde de las elecciones federales; todos como siempre: con algo de esperanza, siempre, hasta los que lo negaban; al menos como espectadores, como cuando estás en el hospital esperando las noticias de cómo resultó la operación de un familiar cercano… expectante y sin poder hacer nada, y la decepción al saber que la enfermedad sigue, que los hilos invisibles del cáncer de nuestro destino no han desaparecido, a pesar de los nuevos avances de la medicina, de las redes sociales, de los videos en los celulares, de la exposición inmediata a la opinión mundial.

Como personas deseantes, queremos cambiar, y esperamos una renovación, un símbolo de transformación. Todos queremos un mundo mejor, y por eso, nos aferramos al fin del mundo, como una promesa tan desgarradora como bella. El fin de una era, el comienzo de un nuevo mundo, dispuestos a sacrificarnos, quizás no seamos de los sobrevivientes, pero ¿qué importa?

En este fin del mundo, quizás sea egoísta pensar que ese final implica la limpieza de la especie humana. ¿Qué es el mundo? ¿Qué parte del mismo terminará mañana?

El mundo es la cultura, la máxima expresión del lenguaje que nos descubre ante la mente lo conocido. El mundo es lo que conocemos, ni más ni menos. El mundo es lo que imaginamos, lo que creamos, lo que hemos hecho y nuestros sueños a futuro. Si todo eso termina, quizás sea factible pensar que La Tierra continúe… quizás habitada de animales, y plantas, pero sin humanos.

Es comprensible que todos abracemos ese último acto humano que tenemos preparado para el final, y lo compartamos en las redes sociales, deseando en lo más sombrío, en ese rincón del alma, que sea cierto… si no pudimos con nuestro mundo, con nuestro destino, unámonos todos en la gran hermandad de la destrucción. 

De por sí, nuestro México no es el único que sangra, toda la orbe tiene severos dolores. Los Mayas nos brindan un momento de redención, porque, en broma, o no, hemos reflexionado qué sería bueno hacer en estos últimos días.

Y como en Men in Black, en donde las verdaderas noticias, las “sin censura” son publicadas a la vista de todos en los pasquines y tabloides, así en las redes sociales vemos, atrás de la broma, las verdaderas intenciones del final de nuestros tiempos: “tienes un día para amarme”, “quiero emborracharme y saltar en bungee”, “voy a gritarle a mis jefes lo que pienso de ellos”.

Lo he leído y no me ha dado gracia. Al contrario, espero yo también ese final del mundo, con estoicismo, con compasión hacia nosotros mismos, armado con lo que hasta ahora he conseguido, estar con mi familia, con mis amigos, y compartir esa emoción que nos daría comenzar de nuevo todo.

¿comenzar de nuevo la política? ¿comenzar de nuevo un país? ¿comenzar de nuevo nuestra manera de vivir? ¿cambiar nuestra manera de amar? ¿instaurar una nueva ley? ¿no sería maravilloso?

Este pensar en la redención nos hace humanos. Antier una amiga me dijo: “todos los días comenzamos de nuevo”.

Creo que tiene razón, y que todo es cuestión de la velocidad de los tiempos, y que no tenemos la capacidad de reflexión diaria, ni meditamos acerca de todo lo que he mencionado, porque necesitaríamos meditar algunas horas al día antes de ir a trabajar, para estar en esa sintonía. 

Por eso, por economía de tiempo, preferimos matar a la humanidad de cuando en cuando, para poder darnos espacio a esa reflexión.

No se si sólo me ocurrió a mi, pero he comenzado a arreglar muchos asuntos pendientes en mi vida, y no precisamente por el fin del mundo, sino que me da por hacerlo hacia el final de cada año. Esa sensación de “recuperar el tiempo perdido” es una firma que llevamos muchos, en distinta medida. No me gustan los propósitos de año nuevo, pero me apuro al final de año a ver que tanto puedo concluir, y evidentemente me quedo con pendientes que se resuelven a su tiempo. Nos encantan los ciclos, amamos los finales, y los inicios. Nos regodeamos con las reconciliaciones.

¿Estaríamos dispuestos a comenzar con toda nuestra fuerza el 2013 si éste fin del mundo fallara? Si no desaparecemos, no se desanimen: hay tanto que arreglar, de verdad… me gustaría pensar que todos estaremos atentos y activos para mejorar nuestra vida política, para hacer una verdadera sociedad con mejor consciencia de sí, a actuar más y criticar igual… porque ¡cómo criticamos, pero que poco actuamos! Me gusta la crítica, pero añadamos ese ingrediente que falta.

Pensaba: ¿Qué es la vida ya sin Carl Sagan, sin Ernesto Sábato?

Y recordé que vale la pena dar significado a lo que ellos hicieron, precisamente porque podemos seguir escribiendo y escuchando y pensando a través de ellos ¡y de cuántos otros! simplemente de ellos me acordé en este momento... ¡ah y también de Amy Winehouse!
Cada quien tendrá a los suyos... 

Si nos vemos después de mañana, lo que haré será seguir compartiendo, aunque realmente quisiera que todo terminara, y que fuera algo hermoso y lleno de luz, algo sobrecogedor y espiritual.

Se los deseo a ustedes también, porque sé que si no sucede, seremos mucho mejores, y definitivamente haremos algunas de las cosas que tenemos pendientes en la vida, este próximo año.

martes, agosto 07, 2012

Olimpíadas y donde el espíritu se quiebra



Hablar de las olimpíadas en esta edición británica, me ha costado varias miradas reprobatorias, toses de disimulo y comentarios de deslinde inmediatos como: "a mi sí me gustan las olimpíadas", cuando en realidad nunca haya expresado que no me gustasen del todo.

Este verano, los juegos olímpicos me han dejado pensando en la prontitud que todos tienen para defender el deporte como algo bueno por naturaleza, asociado con la salud, con lo limpio, con lo sagrado; como si no hubiese otra dimensión posible.

Entiendo que cuestionar las olimpíadas sea un tema sensible para la mayoría de las personas, sin embargo el mensaje de la máxima fiesta deportiva del orbe, me ha llegado en esta ocasión tan insistentemente desde los medios tradicionales y redes sociales, tan apelmazado con una brea que vanagloria los más representativos valores humanos, que mi rebelde proceder, fiel desde la infancia, se ha dado a la tarea de ponerlo todo en tela de juicio.

Y es que una comezón ya bastante familiar, de otras olimpíadas, regresó con éstas. De esas comezones poco localizadas, de las que cuesta trabajo describir.

La pregunta lógica: ¿por qué hacer juegos olímpicos? Sin duda las olimpíadas se han vuelto  una pieza más del engranaje social, que lejos de erigirse en la nobleza humana, se desempeña como una enorme máquina de hacer dinero. El negocio olímpico implica inversiones y gananciaas millonarias para los países sede, los patrocinadores, los medios, etc.

Como negocio, se vende como uno muy loable, pues fomenta la "sana competencia deportiva" y el deporte es la nueva religión del hombre, una religión que constantemente va ganando adeptos de todas las edades, géneros y por qué no decirlo: "religiones", tornandose así en una Meta Religión.

¿Qué más nos da que se haga dinero con este negocio? si al final todos los países (que por cierto nunca han sido todos) participamos y tenemos ese instante de posible gloria, ese pase de "Rey por un Día" en la alfombra roja de las convenciones internacionales. ¿Qué más da?

Realmente el que personas que no practican algún deporte en lo absoluto, ricos y gordos banqueros o dueños de cadenas televisivas, se vuelvan más ricos gracias a las olimpíadas, me tiene sin cuidado. Mi preocupación va más allá, en el sentido de lo que significa la religión deportiva para naciones imperialistas, conquistadores natos, como Inglaterra, Estados Unidos, China, Alemania, Francia, etc.

Basta darse una vuelta por la vasta información en línea respecto al imaginario colectivo de las Medallas Olímpicas, a este Salón de la Fama del Rock Mundial, para darnos cuenta de quiénes han sido los directamente beneficiados del prestigio que como nación puede brindar el ser una potencia deportiva.  Al principio, el Barón de Coubertin quizás haya tenido una visión de hermandad en el que la "civilización humana" trascendiera las fronteras, y los intereses económicos y políticos. No dudo de las intenciones del entonces primer comité olímpico, sin embargo el tiempo todo lo transforma, y la condición humana desde la época de las cavernas sigue inmutable: la ley del más rápido, del más grande y del que pega más fuerte (una transfiguración triste y desafortunada del "Citius, Altius, Fortius"),  es hoy igual de vigente, y es una verdad que no debemos olvidar jamás.

Este Cirque du Soleil de los países con infraestructura deportiva, es una confirmación de su ya antigua preocupación por el deporte, como un símbolo eficiente del statu quo del poder. Los fines propagandísticos del deporte han sido fundamentales para crearse la imagen de una nación inquebrantable y atemorizadora, así lo han presumido siempre los estadounidenses, los alemanes (sobre todo en la época del nacional socialismo como diferenciador racial incluso), y los rusos, en imágenes que abundan en la cinematografía mundial, sobre todo la generada durante las segunda guerra mundial y la posterior guerra fría.

Ser los líderes en el deporte, es tener a los soldados más poderosos, y es el carnet de identidad para dominar el mundo, es la confirmación de ser "Potencia".

¿Usted qué siente cuando su país no gana casi medallas? Cuando, con mucho esfuerzo, los representantes deportivos de nuestra nación ganan algunos bronces y esporádicamente alguna plata u oro, es creo, más motivo de frustración que de festejo, al menos como país. Este sentimiento no es exclusivo del mexicano, ya que gran cantidad de países también bajan la cabeza por no sobresalir en una fiesta a la que nos invitaron (es un decir, ya que pagamos, y mucho, por ir) para resaltar la supremacía de otros, para ver desfilar frente a nuestra nariz las 20 o 30 medallas que otros se llevarán a casa, haciéndonos sentir pequeños, muy pequeñitos.



Esta situación, por supuesto nos pone a reflexionar qué nos pasa como país, pero ampliando el análisis mejor preguntémonos ¿qué le pasa al mundo? ¿qué le pasa a América Latina? ¿Qué le pasa a los países pobres? ¿Debería haber unas olimpíadas para los poderosos y otras para los no tanto? ¿Les seguimos haciendo el numerito a los grandes para que sigan destacando como nuestros vencedores permanentes? Esa intención de que los deportes despertarían el espíritu competitivo de los hombres y por sí mismo nos haría mejores, se olvidó de las circunstancias económicas, políticas y sociales de cada región y país.
Por supuesto que si hay un juego universal al cual jugar, la regla justa sería entrarle, claro, en igualdad de circunstancias.

El olimpismo debería de entornar su mirada para ver a los hombres y mujeres, más que los países, si quisiera verdaderamente "hermanar" a los pueblos y condecorar los triunfos deportivos, pero en el instante en que dos hombres compiten, es casi imborrable su color, su sexo y su nacionalidad.

A veces incluso he pensado que debería por ejemplo, haber equipos mixtos, de hombres y mujeres, persiguiendo alguna presea olímpica. Evidentemente las pruebas atléticas individuales como los 100 metros planos, o el salto de altura o longitud pone de manifiesto las diferencias físicas entre ambos sexos, haciendo casi imposible el necesitar las categorías femenil y varonil, pero quizás en el futbol, o en el volley ball, en igualdad de circunstancias, como he expresado, podría funcionar.



Continuando con el tema de la igualdad de circunstancias,  echemos un vistazo en la cultura del deporte en México. Las clases de educación física son un eterno dar vueltas a las canchas (si las hay) de la mayoría de las escuelas primarias y secundarias; calistenia básica que a veces se adereza con aprenderse los reglamentos del Volley Ball, del Basquet Ball, o del Tenis. Alguien me hizo ver que los profesionales de la educación física en México son excepcionales, con un entrenamiento árduo y que "no cualquiera" terminaba esa carrera, sin embargo creo que, a pesar de ello, la importancia que la materia "educación física" tiene en los planes académicos no va más allá de un divertimento circunstancial en nuestras vidas. Baste ver la calidad de las instalaciones deportivas de la mayoría de las escuelas a lo largo de nuestro país, para tener un elemento más de juicio al respecto del deporte nacional. A veces he pensado que, al menos en México, el futbol se convirtió en el deporte preferido precisamente porque no requiere más que un llano, 22 jugadores y un balón: nada más barato que eso.

No me atrevo a hacer un análisis comparativo de cómo eran los deportes en la antigüedad azteca y maya contra la actualidad, porque desconozco profundamente el tema, pero el planteamiento se presenta sumamente interesante, ya que, el juego de pelota por ejemplo era un evento religioso, al igual que las originales Olimpíadas griegas. Las circunstancias económicas, y la corrupción, como resultado de la política mexicana quizás sean los otros factores que se repitan en muchos países del mundo. El tema del deporte en México simplemente da para una tesis bastante extensa y muy reveladora de una variedad de aspectos de nuestra cultura.

Y como revelación, no sólo nuestra, sino del resto de los países que comparten este punto de vista, las olimpíadas ponen de manifiesto, a la vista de todo el mundo, nuestras más agudas debilidades. Cada cuatro años se exhiben las verguenzas de un racimo de naciones. La gloria para unos cuantos, y el síntoma de la falta de la religión deportiva en otros.

Claro que ser buenos en los deportes suena a deseable, pero al mismo tiempo, en concursos de otra índole, muchos mexicanos están ganando medallas en olimpíadas matemáticas, de química, y quién sabe en qué tantos otros frentes de una dignidad extraordinaria. Si yo tuviera un hijo que no fuera bueno en los deportes, y él sufriera por eso, mi consejo sería: "Los deportes no son lo más importante". Y eso lo creo de corazón.

Para poner un ejemplo tan burdo como este escrito: Si México no necesitara de la gloria olímpica, de esa auto comprobación, y sobresaliéramos mundialmente como filósofos, como un país que dominó sus demonios, quizás hasta risa me daría ver que nos rehusamos a participar en las olimpíadas por estar mucho más ocupados en otros asuntos: "nuestros asuntos".

Siempre las utopías nos extraen una sonrisa fugaz.

Lograr todos esos otros méritos, indudablemente nos llevaría a niveles deportivos altos, y en ese caso quizás sería necio no demostrárselo al mundo. No lo sé.

Otro aspecto en verdad deshumanizante, sin duda, ha sido el estilo de vida alienante de los atletas de alto rendimiento. Muchos atletas, desde pequeños, son aislados para convertir el motivo último de su existencia en ganar medallas, como es el caso de las gimnastas y clavadistas herencia de los antiguos bloques comunistas. Aquí también, el deporte a ultranza puede generar medallas y orgullo nacional, a costa de la calidad de las vidas de niños y niñas de 7 u 8 años.

Este estrés olímpico trastorna los valores de muchos atletas, haciéndolos también propensos a la trampa y el engaño, en donde muchas veces, caen en la tentación de las drogas en busca de un mejor rendimiento. No siempre el deporte saca lo mejor de nosotros ¿no es así?

Hay un vasto aparato logístico y de recursos humanos desplegados en las justas olímpicas, dedicados a detectar y sancionar el famoso dopaje de los atletas.

¿Qué hay de rescatable? Mucho. Creo y me motiva mucho tener la oportunidad de apreciar el drama individual de cada uno de los atletas. Las historias de gloria personales son hermosas, al igual que el contraste dramático de las derrotas.

Ver los rostros y las lágrimas, el dolor y las risas de los jóvenes que compiten en las olimpíadas me conmueve profundamente, porque me recuerda, precisamente, que antes que griegos, rumanos, coreanos o mexicanos, todos somos los insignificantes humanos de siempre, en la búsqueda constante del amor, de trascendencia, la búsqueda de uno mismo a través de las circunstancias que nos brinda el mundo.



Por supuesto que me gusta ver las olimpíadas, siempre que estos aspectos humanos asoman ante el potente escrutinio de las cámaras y de la ahora alta definición. La tecnología nos trae nuevamente, como cada cuatro años, las historias sublimes, de dignidad y esfuerzo, la de equipos que casi sin apoyo de sus delegaciones, merecerían portar medallas de oro, por el simple hecho de haber llegado a los juegos olímpicos; la de una niña que años después de inspirarse en su heroína, terminó compartiendo el podium  junto a ella. También las historias viles alimentan, y por supuesto nos recuerdan también nuestra humanidad. Me enteré del entrenador que abusó de su alumna desde pequeña, y como esas historias debe haber cientos más. Donde los humanos nos juntamos, se junta lo peor y lo mejor de nosotros, y ese espectáculo vale la pena verlo, pero siempre, creo yo, con una mirada crítica y fuerte, incisiva, y tratando siempre de ejercer el contrapeso de nuestra posición frente a los acontecimientos.

Así que sí, me gustan las olimpíadas. ¿a usted?



lunes, mayo 14, 2012

Patti Smith, el porqué de la noche

To prey upon stillness, to suffer dawn 
To bow before God, to administer grace 
To unveil space, to be spirited away 
To lift a child 
   into the reigning air 
   where the voice of heaven 
   chirps like a bird
Patti Smith*



Al llegar al Anahuacalli era necesario estar atento a las señales de que aquella sería una noche singular: las incipientes, refrescantes gotas que anunciaban la  lluvia; el místico castillo de piedra cuya silueta dominaba los alrededores, incluso desde antes de cruzar las puertas perimetrales de la explanada; los dos fenómenos astronómicos anunciados para el mismo día del concierto, quizás por casualidad, quizás no, uno en el que la tierra atravesaría la estela dejada por el cometa Halley, pronosticándose una lluvia de estrellas; el otro, la inusual proximidad de la luna a la tierra.

La mágica personalidad de Patti Smith estremeció desde el momento mismo que apareció en escena. La espera, y haber soportado al estruendoso y desafinado telonero "Saint Maybe" valió la pena.


Cadenciosa, emocionada, cool como ninguna, Patti dirigió sus primeras palabras a un público cargado de expectativas. Llegué a escuchar entre la gente "yo creo que va a ser más poesía que música", percepción quizás producto del peculiar recinto, quizás por formar el concierto parte de la agenda del 28º Festival de México, que en su mayoría incluía música sinfónica o de cámara; lo que era un hecho es que desde la llegada al lugar, se sentía una energía muy distinta a lo que he sentido en otros conciertos.

"Dancing Barefoot" fue la pieza que preparó la pista en la que despegaríamos con un rock suave y rítmico, hacia horizontes en ese momento desconocidos.

Video de Julián Pensamiento

Afortunadamente, la poesía sí emergió, fuerte, contundente, como debe ser, "como el rock manda", con "Free Money", cuyos primeros acordes en la guitarra robaron algunas lágrimas de Patti. Desde ese momento supe que ella no pararía, nos tendría enganchada el alma, como una pescadora, jalando más de tres mil hilos: La conexión estaba hecha.

Entre el público: punketos, hippies, ex hippies, jóvenes y contemporáneos de Patti, poetisas, músicos, hipsters, escépticos.

Desde este templo de adoración al pasado prehispánico, la muerte, cual atento tzompantli, presenció los rituales que los vivos hacemos a los que han partido al más allá: las canciones dedicadas de la noche, "Ghost Dance" a Diego Rivera y Frida; "Peaceable Kingdom" a Regina Martínez y los otros periodistas asesinados recientemente, "Wing" al fallecido Adam Yauch de Beastie Boys, "Beneath the southern cross" al escritor Roberto Bolaño.

Llegó el momento en el que todos estabamos cantando y levantando nuestros puños, "Power to the People" hizo que el aire vibrara, un estruendo de consignas que llegó a la estratósfera. ¡Me quedó todo claro! El activismo nace desde lo más profundo de nuestro ser ¡nuestra capacidad para exigir el mundo que queremos es vigente aquí y ahora! Justo en una época electoral me hizo sentido, justo en la tristeza que inunda a México resurgió el cuestionamiento de qué estamos haciendo con nuestra vida... Patti fue esa fuente de inspiración que sigue retumbando en mi mente, y seguro en muchas más.

De eso se trata un verdadero concierto de rock, de una verdadera banda, de poder dejarte invadir no sólo por la música, por el ritmo, sino por algo que le dé sentido, por un concepto y una personalidad que haga el milagro de conciliar estos elementos. El 5 de mayo Patti Smith vino por primera vez a México, y parecía más que México había viajado en el tiempo, que nos habíamos transportado al remanso de los grandes del rock, la banda entera encendió y la guitarra de Lenny Kaye me hacía recordar a Ramones en momentos, de repente aluciné con imágenes de la bruja cósmica.

Hace poco tuve la discusión con alguien, acerca que quiénes merecen estar en el Salón de la Fama del Rock, o cuáles serían los criterios para esa distinción. A pesar de caer en etiquetas banales y trivialidades, definitivamente el poder del Rock sigue vigente, y quizás la pléyade de bandas actuales hace difícil distinguir lo que en verdad marcará un nuevo derrotero en ese andar desde los albores de esta música. Es un hecho que Patti Smith no sólo ha dejado una huella imborrable en el devenir musical y merece estar ahí, sino que sigue rockeando con la vitalidad que sólo este género es capaz de infundirnos, trascendiendo la edad, las generaciones, y como hoy, desafiando el tiempo en sí mismo.

La tensión se mantuvo hasta el final, "Because de night" brilló espectacular, como en momentos lo hacía la luna a través de las cerradas nubes, para dar entrada al clásico Gloria, original de Van Morrison, en la que Patti Smith, cual sacerdotisa, nos eximiría, como en una ceremonia religiosa, de todos nuestros pecados, profiriendo en lo alto "Jesus died for somebody's sins but not mine..."

Un encuentro histórico, un momento en muchas dimensiones, un concierto poético, al final de cuentas, dedicado a los grandes, a la libertad de expresión, al aire, al agua, a la tierra, a nuestros símbolos, a nosotros mismos: ese fué el porqué de la noche.

¡Gracias Patti!



Read more here: http://www.elnuevoherald.com/2012/05/06/1197108/patti-smith-recuerda-a-periodistas.html#storylink=cpy


El setlist de la noche:

  1. Dancing Barefoot
  2. Space Monkey
  3. Redondo Beach
  4. Free Money
  5. Ghost Dance
  6. Come Back Little Sheba
  7. My Blakean Year
  8. Beneath the Southern Cross
  9. We Three
  10. Night Time (The Strangeloves cover)
  11. (We Ain't Got) Nothing Yet (The Blues Magoos cover)
  12. Born to Lose (The Heartbreakers cover)
  13. Pushin' Too Hard (The Seeds cover)
  14. Pissing in a River
  15. Peaceable Kingdom
  16. People Have the Power
  17. Because the Night
  18. Gloria (Them cover)
Encore:
  1. Wing
  2. Babelogue
  3. Rock 'n' Roll Nigger 



* De More Reflections on The Meaning of Life, editado por David Friend y los editores de Life Magazine, Little Brown and Company, 1992.*Copyright © Patti Smith 1992

domingo, abril 29, 2012

Parados frente a la pared


Escribo estas líneas a unos minutos de comenzar el segundo concierto de Roger Waters en el Foro Sol de la Ciudad de México, un día después de haber visto por primera vez The Wall en vivo.

¿Cuántas fibras removió en mí la presentación de The Wall? Muchas sin duda. Me tocó el México sin conciertos, en el que ni siquiera cabía la fantasía: "¿te imaginas que Pink Floyd viniera a México"? y en ese entonces vivías con la sencilla resignación de escuchar con la máxima calidad posible los discos de acetato de tus bandas, a poseerlos, aprehenderlos, a disfrutar de ese ritual de escuchar discos completos, con su respectivo intermedio, cuando tenías que voltear la otra cara del disco.

Ayer se cumplió una cita a la que sería imperdonable faltar, simplemente porque Pink Floyd y The Wall  forman ya parte de mi ADN, sin embargo, no estaría excenta de contrastes.

Al entrar al Foro Sol, lo primero que destaca a lo lejos es la enorme pared... se ven números y guías de prueba de los proyectores sobre el blanco muro, y cuando ya llegas a tu lugar en las gradas, te das cuenta de la impresionante dimensión del mismo. Yo calculé, con el método de equiparar bloques o ladrillos con estaturas de personas de 2 metros, un escenario de 100 metros de ancho, por 20 metros de altura, aproximadamente. No sé si mi número sea cercano a la realidad, pero para mi fue impactante.



En el escrutinio pre inicio del concierto, la mirada se posa sobre una pinta en el extremo derecho de la pared: "2 de octubre no se olvida" y concuerdo casi instintivamente con que la referencia queda ad hoc al mensaje de Waters: la milicia, el Estado que se torna contra sus habitantes. No pude dejar de pensar ¿Con quién consultan este tipo de cosas en cada país? Simplemente es el trabajo del encargado de producción, supongo. Llegará a preguntar o indagará por Internet las heridas de cada nación, para poner dedo en la llaga, para despertar la empatía local. Siento un pequeño malestar por eso. También se lee en la pinta el icono de "No más sangre" y la palabra Juárez. El concierto lo dedicará a todos los desaparecidos por la guerra del narco, y a las niñas y mujeres muertas en Juárez... nadamás de escuchar las palabras "narco"y "Juárez" se me hace un nudo en el estómago... me duele efectivamente, me da pena. Sé que se reunió con algunos representantes del Movimiento por la Paz que encabeza Javier Sicilia. Hubiera sido genial que algo del dinero de los conciertos lo diera a una asociación que ayude directamente a esas niñas y mujeres, ojalá se le haya ocurrido.

Los primeros acordes de In to the Flesh, electrizante comienzo, a partir de ahí, en perfecto orden van haciendo aparición los símbolos, las imágenes, las canciones, las guitarras. Sublime.

Como diseñador, no puedo menos que mencionar la grandiosa labor en este aspecto por parte del equipo de producción, plasmado principalmente en los videos y gráficos estáticos que se proyectaban sobre la espectacular pared, que ya se dividía en tres pantallas, o se fundía en una alucinante, majestuosa, sobrecogedora única pantalla. El vasto despliegue de calidad en la parte técnica de las imágenes, proyectores de altísima resolución, con la luminosidad perfecta en todo momento. Presenciamos el primer mundo, eso sigue siendo espectáculo para nosotros, trátese de quien se trate.

Quizás me hubiera gustado en momentos tener un poco más de interacción visual con los músicos, un poco más de circuito cerrado a ellos, creo que también este elemento visual en las pantallas hubiera dado un toque de cercanía a muchos, sin corromper el concepto original de Waters de dejar a la banda atrás de la pared, e incluso engrandecería algunos momentos de animaciones y gráficos.

La ingeniería de sonido buena, bastante decente para ser un lugar al aire libre, con pocas reverberaciones o vibración de las bocinas cercanas, al menos desde mi punto de escucha, logrando efectos acústicos tan dinámicos, que de plano me reí cuando todos (muchos disimuladamente) mirabamos arriba para buscar un helicóptero virtual que sonaba justo sobre nuestras cabezas.

Los props fueron los esperados: las marionetas gigantes que hace tantos años fueron sorpresa en las presentaciones de Waters, y que ahora se han vuelto una constante, que incluso empequeñecen al lado de las proporciones de la enorme pared.

Y este punto de lo "esperado" quizás sea uno de los ángulos controversiales del espectáculo. Ir a ver The Wall es un acto de convicción, digamos que casi de amor con las letras y la melodía que como dije, ya tienen su propia codificación en los sillares de nuestra espiral molecular. Si nos hacemos la pregunta ¿porqué ir a ver una misma banda tocar una y otra vez el mismo concierto? incluso me pregunté ¿este es un formato de concierto? ¿es una banda?

Sólo en el espectáculo de Waters podemos esperar un intermedio, que a muchos deja intrigados, sin embargo es una de las pistas para tener más claro que estamos ante una presentación teatral, un performance sui generis que mezcla actuación y caracterización de Waters en su personaje, una pequeña función de cine, con la proyección de un buen tramo de la película, y llamémosle "musicalización en vivo".

Todos los que de alguna manera hemos seguido la historia de Pink Floyd y de Roger Waters, teníamos una idea de lo que ibamos a encontrar en esta representación de The Wall, no hay ni podrá haber las grandes sorpresas, porque conocemos el carácter de Waters, su propio enamoramiento con la obra que en determinado momento, rescató, salvó de la quiebra a Pink Floyd, y que costó tantas diferencias y enfrentamientos dentro de la misma banda, que culminarían con la salida de Richard Wright.

El muro también nos habla de la separación entre los compañeros que lograron juntos The Dark Side of the Moon, Wish You Were Here y Animals, de la separación de crear música y letras portentosas, hacia la generación de una ópera moderna.

One Shot, una obra maestra, que quedará en el inconsciente de todos... con giras evangelizadoras para las nuevas generaciones. En el concierto vi mucha gente joven, que siguen aprendiendo a querer a The Wall, eso me dió gusto. El mensaje de The Wall es digno, y hace mucho sentido, sobre todo cuando eres estudiante; yo mismo vi por primera vez la película en la escuela, porque una maestra nos la proyectó casi a escondidas de la directora de la prepa, para enseñarnos que somos sólo otro ladrillo en la pared para el sistema. Sin embargo, con sólo mirar a tu alrededor en el Foro Sol, te queda claro que The Wall es una franquicia millonaria, auspiciado y apapachado por el Stablishment, por las mismas marcas capitalistas a las que enjuicia; en la pared llegamos a ver la palabra "capitalismo" escrita con la tipografía de Coca Cola, curiosamente uno de los sponsors de la gira es este mismo refresco.

Hablo de contrastes, únicamente. No le quito el genio creativo, y el arduo trabajo que sólo una personalidad narcisista como la de Roger Waters hicieran que The Wall se llevara a cabo como una puesta en escena maravillosa, y que con la tecnologia desplegada, acentúa magistralmente los momentos precisos dentro de la obra.

Exactamente vamos a ver The Wall, con el ánimo y la preparación parecidos a cuando vamos a ver La Traviata, o Turandot. Esto me lleva a pensar que también vamos en gran medida por amor a la música, y no es que descubra el hilo negro con esta afirmación. Hoy, asistir a un concierto ha perdido mucho ese sentido de ir a escuchar y disfrutar la parte musical de las bandas, y se han convertido en un sinónimo de status. Veo a mucha gente que va a conciertos de grupos que ni siquiera admiran realmente, para poder decir que también formaron parte de esa élite.

OCESA y sus similares han detectado esa extraordinaria oportunidad de negocio, y la han capitalizado al máximo, al grado que llegan a cobrar hasta más de 10 mil pesos por boleto por escuchar (y ver) a personalidades como Paul McCartney, cuando, buscando el mismo concierto en otras partes del mundo, te das cuenta que en México los boletos son mucho más caros que en Europa, por ejemplo.

Hoy los conciertos se anuncian en noviembre, como el de Madonna, y se cobran en abril. Eso en mi pueblo se llama "jinetearse" la lana 7 meses, y sí creo que las autoridades deberían de poner un límite.

Roger Waters y su banda, tocando al final atrás de la pared, los estruendos y la demolición del muro... el momento esperado, y quedamos más que satisfechos de un espectáculo visual y auditivo exorbitante, y pienso que "The show must go on",  sólo me lamento que Pink Floyd no exista más... que Waters haya decidido no crear más, aunque fuera algo inferior a The Wall,  ¿qué más da? ¿Crear no siempre es estimulante? ¿No se aburre él mismo de The Wall? para mi, es extraordinario y celebro que un concierto que jamás pude ver antes, dure más de 30 años y llegue, como un viaje en el tiempo, hasta las puertas de mi época, de mi momento, para poder verlo y disfrutarlo como si lo estuviera escuchando del mismísimo Pink Floyd, y permanecer como nos tiene a todos durante casi dos horas: parados frente a la pared.

Contrastes: el concierto que le regaló vida en su momento al grupo, hoy nos habla de la muerte del mismo, de los futuros proyectos de Waters. ¿me equivocaré? ojalá.



Dale Play a Mother aquí:

miércoles, marzo 28, 2012