domingo, diciembre 09, 2007

El Botón

La verdad, Samuel no quería apretar el botón. Estaba tan a la mano, de un color rojo tan llamativo. La cosa más fácil de hacer era oprimirlo. Tuvo que esforzarse verdaderamente para retirar su mano del tablero con lentitud. Por su mente pasó un desfile de imágenes en las que veía a la humanidad avanzando cada vez más en el campo de la tecnología, la misma tecnología que había hecho posible que con un insignificante botón rojo, la naturaleza se rindiera ante un torbellino de destrucción. Pero tenía un deber que cumplir; sus sentimientos ante el orden natural no eran compatibles con su misión, la cual era específica: apretar el botón.

Durante unos segundos Samuel contempló el interruptor. Era pequeño, como si no tuviera mayor importancia que los demás botones del tablero; rojo brillante, de forma rectangular y con una superficie rayada, antiderrapante. ¡Era un botón para valientes! Estaba ahí para no dudar en el momento de usarlo, y ni siquiera se le podía resbalar a uno el dedo. Sudó frío. Volvió a poner su mano cerca del tablero; no tardarían en darse cuenta de que aún no apretaba el botón. Puso su dedo tembloroso sobre el interruptor, lo miró fijamente y se preparó para escuchar el estruendo infernal. Cerró los ojos. En ese instante su mujer entró por la puerta blanca.

-¡¿Se puede saber porqué no has licuado las fresas?!

- Es que no sé en qué velocidad...

-Por lo visto los hombres no tienen nada que hacer en la cocina. ¡Te dije que el botón rojo!

La mujer lo apartó de la licuadora y preparó el postre.

1 comentario:

Vierte tu sopa...